sábado, 24 de octubre de 2020

Sin conflicto no hay historia

Sin conflicto puede haber historia


    El videojuego siempre (o casi siempre) ha reducido sus historias a saltos inconexos entre conflicto y conflicto.

Oh no, Mario, han secuestrado a la Princesa. Allucard está aterrorizando el mundo. Artyom, debes buscar a Hunter.

    De base nuestras historias tienen un conflicto con su planteamiento, nudo y desenlace (aunque sea en algunos casos ya a día de hoy una categorización un tanto arcaica). Siempre que contamos historias con amigos hacemos de manera inconsciente unas pausas para generar tensión, desarrollamos más la parte central para que al llegar al final la conclusión sea satisfactoria. Pero, en verdad, esto no es siempre así.

    Llevo sin escribir nada en este blog más de 3 años. Ese es mi conflicto. Cuando empecé no tenía ni bachiller acabado. Hoy estudio un máster en desarrollo de videojuegos. Igual cuando revisite este texto en el futuro no estoy ni en el mismo país. No lo sé. Pero tenía ganas de escribir. Retomar la productividad sin fin mayor que la de ser feliz. Quiero salir del pozo que llega a ser a veces mi cabeza. Ese es mi conflicto.

    Hace unos días pude disfrutar de un seminario con Josué Monchán, Diseñador Narrativo en Pendulo Studios y escritor del guion y diálogos de Blacksad: Under the Skin, Yesterday (que aquí conocimos como New York Crimes) o Yesterday Origins. Y de toda la charla, las 4 horas que estuvimos escuchando y aprendiendo de alguien con tanta experiencia, mi parte favorita fue sin duda en la que puso uno de los Power Points más pochos que he visto y habló de cómo sí puede haber una historia sin un conflicto (cero desprecios aquí al diseño del PPT porque estaba hecho así por un motivo).

    Hoy me levanté con una llamada de mi madre. Eran pasadas ya la 1 de la tarde. Tengo apnea del sueño y me cuesta mucho despertarme por las mañanas. Hablé con ella, puse un vídeo de Vandal que había dejado a medias. Me levanté, preparé un café, fui al baño y, tras eso, me fui a mi estudio a despertar del todo viendo los Mundiales de League of Legends con mi desayuno. Y no hubo conflicto aquí.

    Pensando y elucubrando mucho sobre ésto estos días me di cuenta de que, gracias a las posibilidades del medio, existen videojuegos sin conflicto. Son un género muy concreto y que tiene muchísimos años ya y, además, son el tipo de juegos que juego cuando tengo la ansiedad por las nubes: el género de gestión.

    Igual tengo depresión desde que tengo 20 años. Antes, incluso. Desde los 19. Segundo de carrera. Vaya curso de mierda. Segundo de bachiller fue un infierno personal. Una carrera de fondo para salir de una situación horrorosa. Y no estaba preparado para lo que me deparaba la vida. Desde aquella no he conseguido recuperarme del todo. Tengo épocas y ahora que he terminado la carrera voy mejor, pero hay días que sigo teniendo ataques de ansiedad que me tuercen el estómago y me dejan doblado en cama, sufriendo tanto física como mentalmente. Soy estudiante. Esto viene casi con el cargo si eres pobre.

     Cities Skylines. Cuál es el conflicto: ahora es que en un barrio se acumula la mierda o que el sector industrial no tiene luz. ¿Pero, y cuando se subsanan esos problemas? No hay nada. Todo lo que queda es hacer caja. Sí, este juego no tiene una historia per sé, pero no tiene tampoco un conflicto heredado por su culpa. Es un género que para mí significa la tranquilidad más absoluta. En épocas de estrés no tengo la mente como para dedicarla a pasarme Metro Redux y meterme en su mundo, bien por el tiempo por sesión a dedicarle o bien porque no tengo la cabeza para pensar. Tampoco soy capaz de jugar Rainbow Six porque absolutamente todo alrededor de ese juego significa estrés: un equipo con el que coordinarse, mucha presión individual, mil estímulos que atender a la vez... Pero, amigo mío, el género de gestión no me genera eso. Cada minuto de juego genera microproblemas: pequeñas situaciones que tengo que arreglar. De normal no suelen ser demasiadas. Y para cada problema hay una obvia solución. La paz en el género radica en que puedo concentrarme en ver avanzar su mundo arreglando los problemas que surjan como una especie de dios y en cuanto eso está arreglado puedo contemplar de nuevo el mundo, planificar qué haré con determinados ingresos, gestionar mentalmente cómo va  aquedar tal calle, el porqué de que en esta zona la carretera sea una diagonal. Se trata de mi historia, una que se escribe mientras juegas. Se trata al fin y al cabo de poder poner en orden algo mientras no puedo poner en orden mi vida.

    La última este año ha sido ver cómo gente que consideraba amigos me dejasen de hablar. Sin un motivo ni nada previo. Un día llegué y descubrí que tenían grupos de WhatsApp entre ellos, de Discord, que quedaban los fines de semana. Y yo allí con mi ilusión como un gilipollas. Y no es la primera vez que me pasa. Siempre que he acabado una etapa educativa, en el último momento, alguien se ha ido por hache o por be. Y mientras mi mundo interno se desmorona pensando en si me pasará lo mismo al acabar el máster me quedan los jueguitos. Fue mi pareja quien se dio cuenta de esto. Creo que fue en la etapa en la que jugaba Jurassic World Evolution, porque ahí ya no era solo la gestión. Se juntaba a esto también el hecho de que los dinosaurios del juego parecen reales. Frontier, la desarrolladora, había creado unas animaciones y una inteligencia artificial tan increíble que parecía que cuando veía a una pareja de triceratops andando al lado de unos estegosaurus se me antojase real todo aquello. Y claro, los animales te animan. Y en mi caso lo consiguieron.

    Debo tener cuidado cuando estoy mal y juego juegos sin conflicto, en este caso juegos de gestión, porque puedo evadirme del mundo durante horas y postergar todo lo que tengo que hacer. Es placentero. Es relajante ver cómo algo se encamina en la buena dirección y los problemas se subsanan tan rápido. Es agradable, como concepto.

    Soy Iván Fernández, escribo muy pocas veces sobre videojuegos. Me gustan mucho, sigo estudiando sobre ellos y sé muchísimo sobre los mismos, o eso creo. También tengo ansiedad, problemas psicológicos leves y que probablemente siga arrastrando una depresión desde hace años. Soy Iván Fernández y hay días que no tengo conflictos, y cuando los tengo, desearía no haberlos tenido. Espero de esta haber vuelto.